¿ Sede o sede?
El derecho eclesiástico entiende que Sede es una dignidad, propia de los Obispos en cuanto sucesores de los Apóstoles y estos de Cristo; La sede, también es el territorio sobre el cual cada Obispo ejerce su jurisdicción en el gobierno de su Diocesis (región).
Jesucristo estableció una Sede, o sea una dignidad que tiene una jurisdicción, católica, que es la tierra entera (oikumene); Esa Sede la ocupa siempre un Apóstol desde San Pedro hasta la consumación de los tiempos y de ella fluye “la autoridad de Fe” a toda la Iglesia. Esa Sede apostólica con posterioridad a su primer ocupante el Apóstol u Obispo San Pedro no permaneció permanentemente ocupada, y vamos a dar un ejemplo para entender que si no hay un Obispo sentado en ella, la Sede sigue siendo lo que es, o sea “La Santa Sede”. No se debe confundir la vacancia de la sede, ya sea por la muerte del ocupante, enfermedad, cautiverio, inmoralidad, o herejía, a que no haya Sede. El Papa ha muerto, llora el pueblo, pero la Sede ¿acaso está muerta? Puede morir un pontífice o un Patriarca pero jamás podrá morir la institución papal o patriarcal, y aunque los hombres de la iglesia pueden fallar, la Iglesia como dignidad espiritual es inerrante y los poderes del infierno no prevalecen contra ella; por lo contrario el infierno prevalece en la historia de la iglesia actuando sobre sus miembros, sean papas, patriarcas, obispos o laicos.
Siguiendo estos razonamientos, la infalibilidad y la inerrancia en materia de Fe son patrimonio de la Sede, o sea de la Iglesia y no del hombre que ocupa la sede temporal. Los fieles creen y confiesan una sola Fe que no ha sido autoría de un hombre en singular. En 1130, Inocencio II ocupo la sede Apostólica hasta 1138, en que fue excomulgado y depuesto por ser comprobadamente anticristiano, en ese ejemplo tenemos que durante esos ocho años, la silla estuvo ocupada y a su vez usurpada, pero la Sede nunca estuvo acéfala ya que el fundador de la Iglesia, Jesucristo, nunca la abandona, y El es permanentemente la cabeza invisible de la Iglesia. San Pablo dice en Colosenses Cap. I verso 18: “El es la cabeza del cuerpo de la Iglesia”. Entonces puede ocurrir que actualmente como en potras oportunidades de la historia la sede Apostólica esté usurpada, impedida o vacante, pero nunca esta acéfala, ya que es una Institución apostólica y no puede ser removida. En occidente, al igual que en oriente, los ocupantes de las sedes, sean Papas o Patriarcas son legítimos cuando actúan lícitamente con los postulados del Evangelio de Jesucristo y esa legitimidad se aplica a cada uno de los Obispos expandidos en el mundo. La canonicidad de la dignidad o Sede se prueba únicamente por la fidelidad a la doctrina expuesta en los Evangelios, ya que ellos son la palabra escrita del fundador y no puede ser cambiada ni adulterada por formulaciones humanas.
La Sede católica ha permanecido incólume durante dos mil años, los que han fracasado son la mayoría de los ocupantes de la sede, cabeza visible de la jerarquía temporal.
El derecho eclesiástico entiende que Sede es una dignidad, propia de los Obispos en cuanto sucesores de los Apóstoles y estos de Cristo; La sede, también es el territorio sobre el cual cada Obispo ejerce su jurisdicción en el gobierno de su Diocesis (región).
Jesucristo estableció una Sede, o sea una dignidad que tiene una jurisdicción, católica, que es la tierra entera (oikumene); Esa Sede la ocupa siempre un Apóstol desde San Pedro hasta la consumación de los tiempos y de ella fluye “la autoridad de Fe” a toda la Iglesia. Esa Sede apostólica con posterioridad a su primer ocupante el Apóstol u Obispo San Pedro no permaneció permanentemente ocupada, y vamos a dar un ejemplo para entender que si no hay un Obispo sentado en ella, la Sede sigue siendo lo que es, o sea “La Santa Sede”. No se debe confundir la vacancia de la sede, ya sea por la muerte del ocupante, enfermedad, cautiverio, inmoralidad, o herejía, a que no haya Sede. El Papa ha muerto, llora el pueblo, pero la Sede ¿acaso está muerta? Puede morir un pontífice o un Patriarca pero jamás podrá morir la institución papal o patriarcal, y aunque los hombres de la iglesia pueden fallar, la Iglesia como dignidad espiritual es inerrante y los poderes del infierno no prevalecen contra ella; por lo contrario el infierno prevalece en la historia de la iglesia actuando sobre sus miembros, sean papas, patriarcas, obispos o laicos.
Siguiendo estos razonamientos, la infalibilidad y la inerrancia en materia de Fe son patrimonio de la Sede, o sea de la Iglesia y no del hombre que ocupa la sede temporal. Los fieles creen y confiesan una sola Fe que no ha sido autoría de un hombre en singular. En 1130, Inocencio II ocupo la sede Apostólica hasta 1138, en que fue excomulgado y depuesto por ser comprobadamente anticristiano, en ese ejemplo tenemos que durante esos ocho años, la silla estuvo ocupada y a su vez usurpada, pero la Sede nunca estuvo acéfala ya que el fundador de la Iglesia, Jesucristo, nunca la abandona, y El es permanentemente la cabeza invisible de la Iglesia. San Pablo dice en Colosenses Cap. I verso 18: “El es la cabeza del cuerpo de la Iglesia”. Entonces puede ocurrir que actualmente como en potras oportunidades de la historia la sede Apostólica esté usurpada, impedida o vacante, pero nunca esta acéfala, ya que es una Institución apostólica y no puede ser removida. En occidente, al igual que en oriente, los ocupantes de las sedes, sean Papas o Patriarcas son legítimos cuando actúan lícitamente con los postulados del Evangelio de Jesucristo y esa legitimidad se aplica a cada uno de los Obispos expandidos en el mundo. La canonicidad de la dignidad o Sede se prueba únicamente por la fidelidad a la doctrina expuesta en los Evangelios, ya que ellos son la palabra escrita del fundador y no puede ser cambiada ni adulterada por formulaciones humanas.
La Sede católica ha permanecido incólume durante dos mil años, los que han fracasado son la mayoría de los ocupantes de la sede, cabeza visible de la jerarquía temporal.
Autor: Alfredo M. Montrezza
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